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Procesos hacia el empoderamiento indígenaLa dimensión estructural de la autonomía regional en los Altos de Chiapas1Araceli Burguete Cal y Mayor2 “San Cristóbal, ciudad colonial” no es solamente un slogan publicitario del programa turístico “Mundo Maya”. San Cristóbal nació, fue y ha sido, efectivamente, una ciudad colonial y este calificativo refiere más al tipo de relaciones que entre sí han establecido sus habitantes, que a su fachada arquitectónica3. Una ciudad que marcó desde 1528 año de su fundación, sus fronteras al haber nacido y ser habitada, como asentamiento de los conquistadores y sus descendientes. Ciudad colonial que aprendió a vivir del tributo de los indios, ya por la vía legal de las encomiendas y repartimientos, ya por la vía de la coacción. Desde entonces la “economía del despojo” sentó sus reales como un modo de producción y como un modo de relación entre los indios y los ladinos. Este hito histórico ha polarizado durante más de cuatro siglos la existencia de esta ciudad llamada “centro rector” o “ciudad metrópoli”, en la configuración espacial a la que Gonzalo Aguirre Beltrán ha caracterizado como “región de refugio”. Espacio, cuyos principales componentes eran precisamente las relaciones coloniales que en su interior sostenían indios y ladinos. Pero también por la situación de “atraso” que esta región mantenía con relación al resto del territorio nacional que, desde la década de los cincuenta se encontraba en pleno despegue modernizador4. Para Aguirre Beltrán, la declaratoria de “región de refugio” de una zona determinada del país la hacía merecedora de un tratamiento político-administrativo específico, que eran las políticas indigenistas de integración nacional. De esta forma, desde los años cincuenta, el indigenismo se planteó como tarea, la modificación de esta configuración regional y como meta lograr su integración, tanto de los indios como de los ladinos, a la nación mexicana, previendo el mestizaje de ambos al incorporarlos al tipo étnico nacional: el mestizo y a las relaciones sociales nacionales: las relaciones de clase5. Al cabo de más cuarenta años de indigenismo integracionista en la región Altos, los resultados saltan a la vista y se caracterizan por la paradoja de los mismos. Y es que el sentido de los procesos de reconfiguración de la región, después de la acción indigenista, no han tomado necesariamente el curso que el modelo de Aguirre Beltrán se había propuesto. Contrariamente a lo previsto, la población indígena de los Altos no disminuyó, ni se ladinizó y lo que es más, la relación de castas no se diluyó y por el contrario la confrontación étnica se ha visto en los últimos años polarizada, además que la hegemonía ladino-mestizo se ha debilitado, al tiempo que se ha realizado un creciente proceso de empoderamiento6 indígena regional. Esta última tendencia de empoderamiento indígena, se ha manifestado en una constante y ha sido el factor determinante que ha otorgado una nueva configuración7 a la región Altos y que se expresa a través de diversos procesos que me he de ocupar en documentar aquí y que se han sucedido en los últimos años. Procesos, todos ellos, caracterizados por un marcado sentido autonómico de las acciones indígenas, que bien podrían ser consideradas como enmarcadas en una lucha de descolonización y reconquista. A.- Empoderamiento indígena: el fin de la historia...regional En Chiapas se han desarrollado recientemente diversos procesos autonómicos que a sí mismos se reivindican como tales. En realidad, muchos de sus actores no son nuevos, sino que vienen actuando desde muy lejos, con una larga historia de resistencia. La emergencia de variaspintas luchas autonómicas que se protagonizan en la actualidad, se ubican en el terreno de una tendencia global hacia un empoderamiento indígena que se ha construido en las últimas dos décadas y es resultado de diversos cambios que se han realizado tanto en el terreno de lo político, pero también en el ámbito de la estructura social, produciendo —ambos— un proceso de reconfiguración de la etnicidad en las regiones, municipios y comunidades, que logra su expresión con la emergencia de nuevos sujetos autonómicos que actúan en los distintos ámbitos y niveles de las estructuras regionales, municipales y comunitarias en los contextos indígenas de la entidad. Con frecuencia las luchas de autonomía política que suele documentar la prensa, son los más conocidos, pero no son los únicos. La autonomía política es más visible porque se expresa a través de demostraciones de fuerza, muchas veces espectaculares; sin embargo, la autonomía estructural, por el contrario, es un proceso callado y silencioso orientado hacía la re-apropiación progresiva de la región, caracterizado por un progresivo debilitamiento de los ladinos, mestizos y coletos, así como por un creciente proceso de empoderamiento indígena regional, en un contexto de luchas autonómicas, que no son solamente políticas. En efecto, como veremos ahora, antes que los gobiernos regionales autónomos existieran a través de las declaratorias de las autonomías de facto8, la región Altos toda, ya había avanzado en esta dirección. Mucho antes que los procesos de autonomía política fueran planteados de manera expresa, otros procesos autonómicos regionales se habían realizado de manera callada afectando la estructura regional, reconfigurando el orden de la región. He documentado estas modificaciones a través de seis procesos y son: procesos de reindianización demográfica; de reconquista territorial; de reindianización del poder regional; de recampesinización indígena mercantilista; de redistribución de mercados y de reconquista de Jovel. Proceso 1: Reindianización demográfica Un elemento central en la nueva configuración de la región Altos es la alta proporción de población indígena frente a la población ladino-mestiza. Estos últimos fueron reducidos en 1990 a un escaso 12.6% a nivel regional, mientras que en 1970 significaban cerca del 50% del total regional(Véase Figura 1). El incremento de la población indígena ha producido una drástica modificación de la configuración del espacio territorial. En la actualidad, desde el punto de vista étnico, los ladinos constituyen en la región de los Altos, un grupo étnico en proceso de mestizaje y podrían estar en vías de extinción9, mientras que la población indígena se consolida de manera destacada. Como puede observarse en la Figura 1, la población mestiza prácticamente ha desaparecido, en la última década, de la mayoría de los municipios indígenas. Así puede verse que San Cristóbal y Teopisca se han convertido en los "municipios de refugio" de ladinos, mestizos, kaxlanes y coletos en la región, situación que contrasta notablemente con la situación existente en los años setenta; época en la que, estratégicamente se encontraban distribuidos en todos los municipios para el control regional. Uno de los principales efectos de la presión demográfica indígena —combinada con el sentido autonómico de sus acciones— fue la progresiva desaparición de los ladinos en las cabeceras de los municipios indígenas. Desde los años sesenta, una emergente elite indígena fue recuperando, por la vía de la compra, las viviendas que habitaban los ladinos en los centros ceremoniales indígenas y fueron también apropiándose de sus negocios10. En la mayoría de los municipios indígenas de la región, se han establecido de manera expresa, severas restricciones para evitar que los ladinos vivan en los mismos. Muchas veces estas restricciones coinciden con los intereses de los mismos ladinos para quienes la expectativa de vivir en un municipio indígena ya no les es satisfactorio11, en otras ocasiones, los ladinos han sido expulsados de manera violenta. El resultado es que en la actualidad los mestizos se han limitado a vivir en dos, de los 15 municipios, que integran la región. Puede observarse en la Figura 1, cómo la población mestiza ha desaparecido prácticamente de todos los municipios indígenas, entre 1970 y 1990, excepto en San Cristóbal y Teopisca, aunque también en estos municipios están perdiendo peso demográfico. Proceso 2: Reconquista territorial La reconquista del centro ceremonial indígena, o si se quiere la exclusión de los ladinos de los municipios indios, estuvo acompañada asimismo, de un creciente proceso de reconquista territorial. El reparto agrario cardenista fue el punto de partida. La violencia acompañó a los reclamos agrarios en esos años, ante la negativa de los ladinos de entregar las tierras repartidas. En la actualidad, más del 90% de las tierras de los 15 municipios indígenas se encuentra en manos de los tzotziles y tzeltales. Las dos terceras partes de la tierra regional se encuentran bajo el régimen de propiedad social (comunidad y ejido) mientras que menos de la otra tercera parte se encuentra bajo el régimen de propiedad privada (Véase Figura 2) Esta tercera parte de propiedad privada, sin embargo, no está totalmente en manos mestizas, sino que ha ido pasando poco a poco —en los últimos treinta años— a manos de los indígenas12. En los años de la década de los setenta y ochenta, muchos tzotziles y tzeltales salieron a trabajar fuera de la región en búsqueda de dinero para comprar algunas tierras13. La compra de ranchos mediante la formula de la copropiedad indígena, fue un fenómeno generalizado en todos los municipios de los Altos, más recientemente en el marco de la irrupción zapatista, se produjo la última avanzada de la reconquista territorial. Muchos de los terrenos que fueron apropiados por la vía de los hechos fueron posteriormente comprados por el gobierno y entregados a pequeños grupos por la vía de la “copropiedad”, dejando en la actualidad pocas tierras en manos de los ladinos14. De esta forma, se puede valorar que la recuperación del territorio indígena en los Altos ha sido un proceso exitoso. Hay que destacar que adicionalmente, los tzotziles y tzeltales alteños, no solo poseen ahora la mayor parte de sus territorios ancestrales, sino además han incorporado a su patrimonio territorial un importante número de hectáreas en otras regiones de la entidad –como resultado de la emigración a la región Selva y Valles Centrales— lo que contribuye a consolidar de manera decisiva la base territorial sobre la que se soporta la etnicidad y la autonomía estructural de estos pueblos15. (Véase Figura 2) Proceso 3: Reindianización del poder regional Una de las repercusiones más inmediatas de los procesos enunciados, fue la recuperación del control político en los municipios. Este proceso comenzó por desplazar a los secretarios municipales que eran ladinos que casi siempre tenían un amplio poder sobre las autoridades indígenas tradicionales y constitucionales. Con la emergencia de los profesionales indígenas, en los años sesenta, los secretarios pudieron ser sustituidos por indígenas. En este contexto, en la actualidad el poder político en los 15 municipios de mayoría indígena lo ejercen los indígenas y en todos los municipios —excepto en Amatenango del Valle y Altamirano— los gobiernos son de extracción priísta (Véase Figura 3). Hay que señalar que, aunque el asunto del colonialismo interno podría estar construyendo cauces para la democratización de la relación indio-ladino, con el fortalecimiento de los procesos aquí analizados; hay que decir que, sin embargo, estos procesos no están acompañados de fuertes tendencias de democratización interna al interior de los pueblos indígenas. Por el contrario, en muchos casos la antidemocracia y el autoritarismo indígena han solamente sustituido a la opresión ladina16, sin que los ciudadanos de los municipios indios perciban cambios sustanciales que indiquen tránsitos hacia la democracia interna. El proceso de reindianización demográfica ha repercutido en la reconfiguración del poder regional. Así, el volumen de los electores indígenas ha crecido y el número de regidores indios en San Cristóbal se ha incrementado en los últimos años. Incluso, los dos últimos diputados uninominales federales del distrito de San Cristóbal, elegidos por el pri, han sido en ambos casos indígenas tzotziles, y representan por igual a ciudadanos indígenas y mestizos de dicho partido que, se presume, le otorgaron su voto17. Por la importancia del peso indígena en la ciudad, de la misma manera, el sistema jurídico indígena es con mayor frecuencia el marco jurídico con el cual se dirimen las controversias, ya no sólo en los municipios indígenas, sino también dentro de la jurisdicción de la señorial San Cristóbal. En la relación entre el sistema jurídico indígena y el sistema jurídico estatal, el primero parece ir ganando espacios y la impartición de justicia en idiomas indígenas y en el marco del derecho indio, ha penetrado incluso hasta el centro de la otrora “Ciudad Real”. Por razones de espacio no es posible ahora abundar con otros ejemplos que me permitan demostrar este proceso, que me parece no necesita más argumentos. Basta observar los barrios tradicionales y las nuevas colonias de San Cristóbal en donde la población tzotzil y tzeltal se incrementa, consolidando la tendencia de constituir una mayoría demográfica en esta ciudad, por lo que es previsible suponer que en el futuro inmediato ésa dejara de ser “el centro rector” y podría pasar a ser uno más de los municipios indígenas de la región de Los Altos y, no es lejano, que en el futuro inmediato San Cristóbal sea fuertemente disputado por los tzotziles y tzeltales que pretenderán gobernarlo con fórmulas indígenas o en alianza con los ladinos pobres de los barrios 18. Proceso 4: Recampesinización indígena mercantilista El reparto agrario del periodo cardenista fue decisivo para que los tzotziles y tzeltales de los Altos pudieran romper algunas de las ataduras más lacerantes, como era la relación con las fincas. Desde los años sesenta, hasta los ochenta, los alteños exploraron nuevas alternativas de sobrevivencia; y aunque algunos continuaron emigrando a las fincas, muchos otros prefirieron rentar tierras en los valles centrales, otros se fueron a trabajar a las zonas petroleras de Chiapas, Tabasco y Campeche y otros más se emplearon en la construcción de carreteras, presas y en la industria de la construcción en las ciudades. Desde esos años, el dinero fue ganando progresiva importancia en la vida de las comunidades, incorporando a la economía local la compra de insumos químicos y también el pago de jornaleros para la realización de los trabajos agrícolas. Este modelo, que funcionó hasta los años ochenta, se agotó con la crisis prolongada en que se sumió el país desde el año 1982, según lo han documentado ampliamente diversos autores19. La recesión que afectó a toda la vida nacional y el ajuste estructural, repercutieron de manera directa sobre los mercados de trabajo y las inversiones públicas, teniendo como efecto directo una severa restricción en el mercado de trabajo, por lo que muchos mexicanos se quedaron sin empleos. En este contexto, miles de indígenas tuvieron que regresar a sus lugares de origen a volver a vivir de sus parcelas. Para el caso de los tzotziles y tzeltales de los Altos, este retorno a las tierras frías significó volver de nuevo a la actividad agrícola, con lo que recuperaron su condición de campesinos. Sin embargo este proceso de recampesinización ya no se realizó en un sólo sentido, sino en dos vías, en donde unos volvieron a producir para el autoconsumo y los otros para el mercado, introduciéndose de manera acelerada en un proceso de recampesinización mercantilista. Estas diferencias han introducido cambios profundos en el uso del suelo y en las relaciones intercomunitarias. En la actualidad, en la mayoría de los municipios indígenas las diferencias de clase han empezado a irrumpir el tejido social y empiezan a fracturar de manera decidida la otrora comunidad indígena homogénea, sí es que alguna vez existió. Estas diferencias económicas se profundizan día a día y han reconfigurado las relaciones intraétnicas, generando modificaciones substanciales en la organización social y política de los parajes y municipios. En la actualidad un embrión de algo que podría ser una pequeña burguesía indígena emergente se ha apropiado de extensiones importantes de tierra, ejerce presiones políticas para el control del agua para el riego y adicionalmente tiene dominio sobre los mercados locales y regionales, sobre las rutas de transportes y sobre el capital usurero. Poder económico que se soporta en el control político que, también este grupo suele ejercer, apoyado por las estructuras de poder gubernamental y del partido oficial. La importancia de esta emergente pequeña burguesía indígena en el proceso de configuración de las tendencias autonómicas es que éstos han sido la punta de lanza de este proceso y son los que han tenido la fuerza y el capital suficiente para desplazar a los ladinos de todo lo que antes ésos tenían y que ahora esta pequeña elite indígena tiene bajo su control y dominio. El progresivo desplazamiento de los ladinos ha consolidado un poder indígena que se articula a nivel regional y que se expresa, asimismo, como poder indio en la ciudad de San Cristóbal, que continúa siendo el principal centro de cohesión de la región. Proceso 5: Redistribución de mercados Los espacios comunitarios y municipales ya les han quedado chicos a esta pequeña elite de indígenas ricos y desde hace más de quince años han extendido su influencia hasta el “centro rector”, San Cristóbal de las Casas. La reconquista económica de la región ha sido principalmente encabezada por un grupo significativo de tzotziles y tzeltales que tienen el suficiente capital para disputarles los espacios económicos a los ladinos, hasta haberlos desplazado de las cabeceras de sus municipios, pero ahora también de algunos negocios en la misma San Cristóbal. Así, prácticamente el 100% de todas las rutas de transporte colectivo que circulan en los municipios indígenas, está en manos de los tzotziles y tzeltales ricos, pero también de pequeñas cooperativas indígenas. Más recientemente los transportistas indígenas entraron a disputar las rutas de transporte dentro de la ciudad de San Cristóbal y actualmente controlan más del 60% de las unidades (taxis, combis y microbuses) concesionadas. Hay que señalar los fuertes conflictos entre indígenas por las disputas de estas rutas de transporte. En los últimos 15 años la disputa de los espacios económicos de parte de los indígenas no se reducen a sus municipios de origen, sino crecientemente ocupan también la ciudad de San Cristóbal. Los locales del mercado público “Castillo Tielemans” —el principal mercado de la ciudad— se encuentra en más de un 90% controlado por las asociaciones de comerciantes indígenas, que han proliferado para agrupar —bajo el más puro esquema corporativista, ya por referentes étnicos o religiosos— a los más de tres mil vendedores que se ubican en las inmediaciones de dicho mercado. Con frecuencia la disputa de estos espacios se realiza con enfrentamientos entre estas asociaciones por el control de la membrecía y los espacios comerciales. El desplazamiento de los vendedores mestizos con los indígenas es notable, y los ha llevado también al enfrentamiento. Otro negocio tradicionalmente monopolizado por los comerciantes coletos y ladinos, era la venta de artesanías, hoy tienen competidores indígenas. En el área de las iglesias Santo Domingo y Caridad se asientan aproximadamente 200 puestos de artesanías, atendidas principalmente por mujeres indígenas expulsadas de sus comunidades de origen. Muchas de esas vendedoras son empleadas a sueldo de los grandes mayoristas indígenas que van y vienen, con sus propios capitales y transportes, desde Guatemala, a surtir la creciente demanda de artesanías de ese país. Adicionalmente, en el año de 1998, la microempresa Maya Ik —integrada totalmente por indígenas— ha instalado una tienda de artesanías en la exclusiva calle de Real de Guadalupe, rompiendo el monopolio de las señoras ladinas y coletas sobre esta importante ruta comercial. Lo mismo sucede con la introducción de otros productos industrializados a la región, que antaño era monopolio de los coletos y ladinos. Actualmente los transportistas indígenas son dueños de un importante stock de camiones de pesado tonelaje de llevan y traen mercancía desde la ciudad de México y Puebla y surten por igual a los pequeños comerciantes indígenas y mestizos. Hay que destacar además, la vocación empresarial de los productores de flores de Zinacantán, cuya comercialización realizan prácticamente ellos en su totalidad y lo mismo se van a la costa chiapaneca que a Mérida o Cancún. Asimismo, es interesante observar la actitud de los gerentes de los bancos que durante los meses de octubre y noviembre se disputan los varios miles de dólares que les ingresan a los cafeticultores indígenas de Chenalhó, Chalchihuitán y Tenejapa, así como los 20 millones de pesos que la floricultura zinacanteca dejó en 1997, como derrama económica de este lucrativo negocio que se encuentra totalmente en manos indígenas20. En un proceso semejante, los indígenas empiezan a introducirse también en el negocio de los extranjeros: el turismo. La actividad turística constituye la principal fuente de ingresos en la región. En los últimos tres años se han constituido dos organizaciones indígenas que empiezan a vender rutas turísticas que poco a poco empiezan a entrar al mercado de este lucrativo negocio, que era casi del exclusivo monopolio de los mestizos y extranjeros. Pese a la persistencia de estas tendencias, ciertamente que estos procesos reflejan solamente a una pequeña minoría indígena, mientras que el resto se emplea en trabajos mal pagados, en donde los negocios más lucrativos siguen estando en manos de los mestizos y son éstos en realidad quienes tienen la conducción de la economía regional. Empero, las tendencias aquí documentadas demuestran la vocación autonómica de los procesos estructurales que se desarrollan en la región. Proceso 6: Reconquista de Jovel Desde la tradición oral indígena, la vieja Jovel21, antes Ciudad Real y ahora San Cristóbal, está asentada sobre territorio Chamula. Para muchos ancianos chamulas las demarcaciones municipales son arbitrarias y por eso una veintena de parajes chamulas han quedado incorporados al municipio de San Cristóbal. Empero, los espacios territoriales que los chamulas señalan como propios, no se limitan a las zonas rurales del municipio, sino también a una parte del área urbana. Así, en 1994 se escuchó con frecuencia la voz de los chamulas que hablaban de recuperar el Barrio del Cerrillo, como territorios ancestrales. Y si bien tal planteamiento ha quedado sólo en el reclamo, en los hechos los chamulas no sólo han repoblado el Barrio del Cerrillo, sino la ciudad toda. La reconquista de Jovel está inscrito en una estrategia de reconquista territorial indígena, que no se ha limitado a los municipios indios, sino también a los espacios urbanos.22 Con los nuevos asentamientos indígenas, que las expulsiones, el empleo y los servicios han atraído hacia su seno, la colonial San Cristóbal —en el pasado, asentamiento privilegiado de los conquistadores y sus descendientes— ha sufrido una fuerte y decisiva recomposición étnica. A diferencia de la inmigración a otras ciudades, los indígenas que viven en San Cristóbal no están ubicados solamente en los alrededores de la ciudad y no se limitan a la “ruta del periférico”, sino que la han penetrado toda. Los tzotziles y tzeltales inmigrantes se han posesionado de toda la ciudad, reconfigurando el espacio urbano ¿Qué coleto, caxlan, ladino, mestizo o gringo, no tiene un vecino indígena en San Cristóbal?23. En la actualidad, la idea del que ser indio era igual a ser rural o campesino, ha dejado de reflejar la vida indígena contemporánea, por lo que ahora la etnicidad indígena no está limitada a la etnicidad campesina. Ser indio y ser urbano no son ahora identidades contradictorias. En estos tiempos un número creciente de tzotziles y tzeltales han dejado de tener en la agricultura su actividad principal, su incorporación a los servicios, comercio y a la economía informal aumenta día con día, razón por la cual un número creciente de ellos ha optado por vivir permanentemente en San Cristóbal, reindianizando la sede de la otrora capital coleta. La Reconquista indígena ha fortalecido de manera significativa la identidad de los indígenas alteños. En la actualidad en un significativo espacio de servicios calificados se emplea a los tzotziles y tzeltales, quienes empiezan a acceder a las universidades, sin que ello conduzca mecánicamente —como en el pasado reciente sucedió— a la pérdida de su identidad. La demanda de trabajadores indígenas para emplearse en agencias de gobierno crece y ya es frecuente escuchar anuncios en la radio, que demandan empleados que tengan el dominio de alguna lengua indígena. Asimismo, algunos investigadores tzotziles y tzeltales empiezan a ganar espacios en las universidades y centros de investigación, hasta hace poco monopolio exclusivo de fuereños y extranjeros. La defensa de la identidad se mezcla con los intereses gremiales y de grupo; así se ha formado un “Colegio de abogados Indígenas”24 que reclama para sí todas las defensorías de oficio y hasta los priístas reclaman a su dirigencia la formación de una “Fundación Colosio indígena”25. Así las cosas, como puede verse, el empoderamiento indígena en la región Altos de Chiapas es una realidad. Como es comprensible, el levantamiento armado zapatista contribuyó de manera decisiva a dar un fuerte impulso a estas tendencias al colocar, en esta coyuntura, en una posición de mayor fortaleza a los pueblos indígenas. De consolidarse jurídicamente la autonomía indígena, se estarían sentando las bases legales para que los perfiles de esta nueva configuración se marquen de manera más consistente. Acontecimiento, que podría ser el cimiento para la construcción de una nueva historia regional. Procesos históricos que no serán de ninguna manera fáciles ni mecánicos; sino por el contrario sumamente complejos, contradictorios, que por la profundidad de los cambios que tal cuestión implicaría, podrían estar acompañados por episodios altamente conflictivos y violentos, que es necesario comprender ahora en su dinámica para buscar fórmulas que conduzcan hacia la cohabitación étnica en esta compleja región.
Notas 1 Una primera versión fue presentada como ponencia en el “Seminario campesinos y campesinas en Chiapas”; 16-17 de octubre de 1997. San Cristóbal de las casas Chiapas, ECOSUR. 2 Técnica del Frente Independiente de Pueblos Indios (FIPI) 3 Véase Jan de Vos; San Cristóbal, ciudad colonial. Edición Sociedad de Amigos del Centro Cultural de los Altos de Chiapas-INAH. San Cristóbal las Casas, Chiapas, 1986. 4 El desarrollo teórico de esta propuesta puede encontrarse en Gonzalo Aguirre Beltrán; Regiones de Refugio, SEP-INI; México D.F., 1967 5 Véase Rodolfo Stavenhagen; Las clases sociales en las sociedades agrarias. Ediciones Siglo XXI editores, México D.F. 1969. 6 El concepto de “empoderamiento” lo he tomado de los recientes desarrollos teóricos del movimiento feminista, adecuándolo a la realidad indígena. 7 Un desarrollo teórico sobre los conceptos usados en este ensayo, tales como espacio, configuración espacial y configuración territorial, pueden encontrarse en José Luis Coraggio; Posibilidades y dificultades de un análisis espacial contestatario. Ponencia presentada en el “Seminario sobre La cuestión regional en América Latina”. El Colegio de México; México 24-29 de abril de 1978. Mimeo y Sobre la espacialidad social y el concepto de región en Seminario sobre la cuestión regional en América Latina. Centro de Investigaciones Ciudad. Quito Ecuador, 1978. 8 Como por ejemplo las declaratorias de las autonomías zapatistas o las declaratorias de las autonomías del CEOIC y de las Regiones Autónomas Pluriétnicas (RAP), que se sucedieron entre 1994 y 1997. Una revisión de las autonomías de hecho en la región Altos se encuentra en Araceli Burguete Cal y Mayor Procesos autonómicos indígenas en la región altos de Chiapas. Anuario IEI 1998, IEI-UNACH, en prensa. San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 9 Reyna Moguel caracteriza a las distintas categorías étnicas que coexisten en la región Altos y encuentra diferencias entre los ladinos, mestizos y coletos. Para una minuciosa evolución histórica de la región y la coexistencia de los sistemas indígena-ladino, véase Reyna Moguel. Sistemas sociales en los Altos de Chiapas. Tesis de grado. Doctorado en Antropología. UNAM. 1997. 10 Una revisión crítica sobre el papel de los maestros bilingües en este proceso se encuentra en Luz Olivia Pineda; "Maestros bilingües, burocracia y poder político en los Altos de Chiapas", publicado en Chiapas: los rumbos de otra historia. CIESAS-CEMCA-UNAM-UG, México, 1996, libro colectivo coordinado por Pedro Viqueira y M. Humberto Ruz. 11 A los ladinos ya no les resulta grato vivir en las comunidades indígenas, durante mucho tiempo lo hicieron porque a través de su presencia establecían los “enganches” de mano de obra indígena para el trabajo en las fincas. Hoy este negocio se ha cancelado, ya no son necesarios los mecanismos compulsivos para el trabajo asalariado, las pocas tierras y la mala calidad de las mismas, arroja un ejército de desempleados que ahora el sistema ya no tiene capacidad de absorber. En San Andrés Larrainzar se produjo una expulsión violenta de ladinos en 1974 y en Huixtán la hubo en 1980. Véase Alejandro García, Un eterno retorno a la tierra fría. Cambios históricos en la migración y uso del suelo en los Altos de Chiapas. ECOSUR, Mimeo. 1995. 12 Véase Oscar Sánchez Carrillo; En el umbral de la memoria. Análisis genealógico en Zinacantán, Chis. Tesis, presentada para obtener el grado de Maestro en Ciencias en Desarrollo Rural Regional. Universidad Autónoma de Chapingo. San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Mecanoescrito. 1997 13 Véase George Collier; Basta. Tierra y rebelión zapatista en Chiapas. Coedición UNACH-Institute for Food and Development Policy 14 Como puede observarse en la Figura 2, los Bienes Comunales y las tierras ejidales integran más del 60% de las formas de tenencia de la tierra en la región, mientras que la copropiedad privada y la copropiedad, integran el otro 40%. Hay que señalar que la copropiedad es en la actualidad otra forma de tenencia típicamente indígena, por lo que el 10% de tenencia de copropiedad se encuentra en manos indias. De lo que resulta que de acuerdo con las fuentes del INEGI (1990) y del PROCAMPO (1997), la población indígena tiene por lo menos un 70% del total del territorio de la región, en sus manos, sino es que más si sumamos los terrenos que ésos han comprado en la última década. 15 Véase Agustín Romano Delgado; "La expansión territorial tzeltal-tzotzil" en Homenaje a Alfonso Villarojas, en Antropología mesoamericana. Víctor Manuel Esponda, Et. Al; (Compiladores) 1992. 16 Véase al respecto, con relación a Chamula, el texto de Jan Rus; "La comunidad revolucionaria institucional: la subversión del gobierno indígena en los Altos de Chiapas, 1936-1968", en Chiapas: los rumbos de otra historia. IESAS-CEMCA-UNAM-UG, México, 1996, libro colectivo coordinado por Pedro Viqueira y M. Humberto Ruz 17 Si bien hasta ahora las nominaciones de candidatos indígenas para ocupar tales diputaciones se dieron en el contexto de la coyuntura de 1994, ahora esta obligatoriedad ha quedado de alguna manera incorporado al Código Electoral del Estado de Chiapas. En una acción que tiene preocupados a los dirigentes de sus respectivos grupos parlamentarios en el Congreso, todos los diputados indígenas del Congreso Local, armaron una suerte de “Grupo parlamentario indígena” al unificarse y proponer —cosa que lograron— la aprobación de una adición al artículo 40, fracción XIV de dicho Código, que dice: “En los distritos y municipios con población predominantemente indígena, los partidos políticos preferirán registrar candidatos a ciudadanos indígenas, previo proceso de selección interna, mediante consulta popular; y que en las planillas para la integración de los Ayuntamientos la población indígena de esos municipios, esté proporcionalmente representada”. Esta reforma fue aprobada por todos los diputados de todos los partidos y tuvo dos abstenciones: el de los coordinadores de los grupos parlamentarios del PRI y del PRD. Una crónica y una crítica a esta reforma la realizó el columnista Pepe Figueroa en el periódico Cuarto Poder, lunes 20 de octubre de 1997. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 18 Una lectura diferente, que presume que las colonias urbanas indígenas podrían volverse "coletas", la realiza Edgar Sulca Báez, en Nosotros los coletos. Identidad y cambio en San Cristóbal las Casas; Anuario 1996. Centro de Estudios Superiores de México y Centro América-UNICACH. Separata. Tuxtla Gutiérrez, 1997. 19 Véase George Collier. “Los zinacantecos en su mundo contemporáneo” en V. M. Esponda Et. Al. (Compiladores). Antropología mesoamericana. Homenaje a Alfonso Villa Rojas. 1992, Manuel Parra y Reyna Moguel ; Situación actual y posible evolución de la agricultura maya en las tierras altas de Chiapas. ECOSUR, Mimeo. 1995. 20 En el periódico El Dictamen Coleto, de fecha 2 de agosto de 1997, se leía en su principal titular “En los Altos, Zinacantán es el primero en el despegue económico”, al referirse a la derrama económica que deja la floricultura de invernadero que realizan principalmente los zinacantecos, aunque tal actividad no se reduce a este municipio, sino también participan otros como Chamula, Mitontic y Larrainzar. 21Jovel es el nombre que los tzotziles le han dado, desde tiempos inmemorables, al territorio en donde actualmente se asienta San Cristóbal de las Casas. El nombre proviene de la predominancia de un pasto que los tzotziles llaman “jovel” 22 Véase Reyna Moguel, obra citada. 23 La complejidad étnica de San Cristóbal de las Casas ha sido señalada por Juan Pedro Viqueira, “Los Altos de Chiapas: una introducción general”, en Chiapas: los rumbos de otra historia. CIESAS-CEMCA-UNAM-UG, México, 1996. Véase asimismo Jorge Angulo; “Población y migraciones campesino-indígenas en los Altos de Chiapas” en Anuario IEI IV; IEI-UNACH. San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1994; y “Comportamiento de la población regional y grupos étnicos en los Altos de Chiapas (1960-1990)”; en Anuario IEI V; IEI-UNACH. San Cristóbal de las Casas, Chiapas; 1995 24 Véase el Diario de San Cristóbal, sábado 27 de julio de 1996. San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 25 Véase el periódico Cuarto Poder, sábado 1º de junio de 1996. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. |
Directores: Héctor Díaz Polanco y Edgard Sánchez Ramírez. Coordinación Editorial: Ana María Hernández López. Consejo Editorial: Jesús Escamilla, Fernando Bazúa, Consuelo Sánchez, José Martínez Cruz, Nellys Palomo, Sergio de la Peña (+), Margarita Gutiérrez, Diseño Editorial: Andrés Mario Ramírez Cuevas. |
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