No. 6
(julio - agosto
1998)

 

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El FOBAPROA y la crisis

El escándalo sobre los malos manejos financieros, las violaciones a la constitución y los actos de corrupción que encierra el ya tristemente célebre Fondo Bancario de Protección al Ahorro (fobaproa) va en aumento. Cada día se descubren nuevos ángulos deleznables de las maniobras en que incurrieron autoridades, banqueros y grupos políticos no sólo para aprovecharse de la crisis económica, sino además para sacar ventaja de ella. En los últimos días ha salido a la luz lo previsible: que no sólo grupos de interés del empresariado están involucrados en los criminales manejos, sino también el partido oficial (el pri), quien recibió decenas de millones de dólares de particulares para financiar sus campañas políticas. Luego, descaradamente y con la clara complicidad de las autoridades financieras, los millonarios amigos del pri simplemente incluyeron esas cantidades en el fobaproa.

Todo ello quedó al descubierto cuando el gobierno pretendió convertir el enorme volumen de la cartera vencida de ese fondo en deuda pública. Dicho llanamente, el poder ejecutivo pretendía que el pueblo de México asumiera, sin chistar, la friolera de 65 mil millones de dólares. Con ello, varias generaciones cargarían con el peso de una deuda ajena, mientras —precisamente para pagarla— se tendrían que reducir las inversiones sociales. Podría provocar risa si no fuera grotesco: los mexicanos pagaríamos la deuda con nuestros impuestos y, de esa manera, se premiaría a los pillos de cuello blanco y quedarían impunes una vez más sus abusos.

Es seguramente lo que habría ocurrido, de no haber sido porque los mexicanos votaron por una composición plural del actual Congreso de la Unión y, particularmente, por darle la mayoría a la oposición en la Cámara de Diputados. De contar con la anterior maquinaria de votos automáticos a favor de las iniciativas del Ejecutivo, la propuesta de éste sobre fobaproa se habría aprobado sin mayor problema. Afortunadamente, instituciones políticas de oposición (y de manera destacada el Partido de la Revolución Democrática) se opusieron a la propuesta gubernamental y están exigiendo que se aclare cómo se generaron estas deudas, que paguen quienes deben pagar (es decir, los tramposos “deudores” supermillonarios), se deslinden responsabilidades y se apliquen sanciones ejemplares a los defraudadores.

La iniciativa del prd de llevar a consulta pública el tema ha permitido conocer el sentir de la población. A pesar de la avalancha propagandística del gobierno en contra, la consulta organizada por ese partido tuvo una respuesta contundente de la ciudadanía el 30 de agosto pasado: alrededor de tres millones de mexicanos dijeron “no” a la propuesta gubernamental sobre fobaproa y apoyaron las exigencias de la oposición perredista.

Este proceso está cargado de enseñanzas. En primer lugar, el desvergonzado caso de fobaproa muestra hasta qué punto de ineptitud y podredumbre ha llegado el actual sistema. Que ello quedara en evidencia con la brutalidad de este caso está convenciendo —más que mil discursos— a la inmensa mayoría de los mexicanos de que cambiar a fondo la sociedad requiere expulsar del poder a la camarilla politico-económica que lo ha detentado durante décadas.

En segundo lugar, fobaproa ha confirmado de una manera atroz lo que las fuerzas progresistas del país han venido sosteniendo: que la política neoliberal no es ningún modelo adecuado para resolver los problemas nacionales, sino la expresión de un capitalismo salvaje que produce cada vez más pobres y excluidos y, además, propicia la incompetencia de los tecnócratas y la complicidad de clanes corruptos. De continuar esta política, y de mantener el control del Estado sus promotores, se ahondará la crisis y nos arrastrará a todos al abismo.

Finalmente, es claro que fobaproa sólo fue posible en el marco de un régimen autoritario y centralista, que maneja la “cosa pública” como negocio privado en beneficio de unos pocos. La lección es que contra males como éste (y muchos otros que sufrimos los mexicanos) sólo hay un remedio: democratizar plenamente el país. La democracia no soluciona por sí misma todos los problemas, pero es la condición necesaria para comenzar a resolverlos, merced a la participación de todos.

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